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LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA (C)
Cuando en el siglo IV se empezó a celebrar la Natividad
del Señor, se pasó de manera natural a conmemorar también la del Precursor. En
Occidente la fecha del 24 de junio se impuso inmediatamente. Marcaba el
solsticio de verano, como el 25 de diciembre el de invierno. En efecto, Juan
era la «lámpara» cuya luz debía menguar al aparecer la Luz (Jn 5,35; 3,30).
Este papel lo convierte en alguien que es «más que profeta» (Mt 11,9). Los
otros, en términos más o menos velados, habían anunciado al Salvador. El lo vio
con sus propios ojos. Lo bautizó, y encaminó hacia el Cordero de Dios a quienes
habrían de ser sus primeros discípulos (Jn 1,35-42). Es imposible anunciar el
Evangelio sin hablar de Juan, el precursor. En las Iglesias orientales, encima
de «la puerta regia» del iconostasio, se puede ver un icono de Cristo en la
gloria, con María a su derecha y Juan a su izquierda. Es una prueba de la
veneración que le tienen todas las tradiciones litúrgicas. Por otra parte,
junto con el Señor y la Virgen María, Juan es el único de quien se celebra la
natividad (el 24 de junio), además del martirio (el 29 de agosto).
Su elección recuerda la de Jeremías, su vida la de los
«nazireos», esos hombres que se consagraban a Dios temporalmente o para toda la
vida (Hch 18,18). Su misión se define en los mismos términos que la de Elías
(Ml 3,23-24; Si 48,10). Vino a «preparar para el Señor un pueblo bien
dispuesto» (Lc 1,17). El nacimiento de Juan fue una Buena Noticia que suscitó,
en torno a él y a sus padres, las primeras manifestaciones de la alegría
mesiánica. Lo mismo que con respecto a Jesús, ante él se plantea la pregunta:
¿qué va a ser? Se verá cuando a orillas del Jordán se muestre como intrépido
predicador de la salvación que Dios quiere llevar «hasta el confín de la
tierra» (Is 49,6). Por su persona y su misión, Juan, el precursor, permanece
siempre inseparablemente unido a Jesús y a la Buena Noticia dirigida a todos
los hombres que ama el Señor. La iconografía, el número de niños a los que se
impone el nombre de Juan Bautista y las iglesias dedicadas al Precursor dan
abundante testimonio de la piedad cristiana, que ha comprendido el lugar especialísimo
de Juan Bautista en la venida de la salvación en Jesucristo. El es también
modelo de los predicadores y de todos los creyentes, que deben desaparecer ante
aquel a quien anuncian para «preparar sus caminos».
PRIMERA LECTURA
«Yo soy la voz que grita en el desierto»; «él tiene que
crecer y yo tengo que menguar», decía Juan Bautista. Hubiera podido hacer suyas
las palabras puestas en boca del misterioso «siervo de Dios» descrito por
Isaías. En cualquier caso, este texto profético ilumina para nosotros la
personalidad y la misión del Precursor, ante el cual, al nacer, la gente se
preguntaba: «”¿Qué va a ser este niño?”. Porque la mano del Señor estaba con
él».
Te hago luz de las
naciones.
Lectura del libro de
Isaías 49,1-6
Escuchadme, islas;
atended, pueblos lejanos:
Estaba yo en el vientre,
y el Señor me llamó;
en las entrañas maternas,
y pronunció mi nombre.
atended, pueblos lejanos:
Estaba yo en el vientre,
y el Señor me llamó;
en las entrañas maternas,
y pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada
afilada,
me escondió en la sombra de su mano;
me hizo flecha bruñida,
me guardó en su aljaba y me dijo:
«Tú eres mi siervo,
de quien estoy orgulloso».
me escondió en la sombra de su mano;
me hizo flecha bruñida,
me guardó en su aljaba y me dijo:
«Tú eres mi siervo,
de quien estoy orgulloso».
Mientras yo pensaba:
«En vano me he cansado,
en viento y en nada he gastado mis fuerzas,
en realidad mi derecho lo llevaba el Señor,
mi salario lo tenía mi Dios».
«En vano me he cansado,
en viento y en nada he gastado mis fuerzas,
en realidad mi derecho lo llevaba el Señor,
mi salario lo tenía mi Dios».
Y ahora habla el Señor,
que desde el vientre me formó siervo suyo,
para que le trajese a Jacob,
para que le reuniese a Israel
-tanto me honró el Señor,
y mi Dios fue mi fuerza-:
«Es poco que seas mi siervo
y restablezcas las tribus de Jacob
y conviertas a los supervivientes de Israel;
te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance
hasta el confín de la tierra».
que desde el vientre me formó siervo suyo,
para que le trajese a Jacob,
para que le reuniese a Israel
-tanto me honró el Señor,
y mi Dios fue mi fuerza-:
«Es poco que seas mi siervo
y restablezcas las tribus de Jacob
y conviertas a los supervivientes de Israel;
te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance
hasta el confín de la tierra».
Palabra de Dios.
SALMO
El Dios fiel es la fuerza de los testigos de su luz.
Salmo 138, 1-3.
13-14. 15 (R : 14 ab)
R
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente.
porque me has escogido portentosamente.
Señor, tú me sondeas y me
conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma. R
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma. R
No desconocías mis huesos,
cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R
cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R
SEGUNDA LECTURA
La misión de Juan Bautista y el testimonio que dio del Señor
son inseparables de la predicación del Evangelio. Su llamada a la conversión
sigue siendo actual, tanto más cuanto que Jesús la reiteró en los mismos
términos.
Antes de que llegara
Cristo, Juan predicó.
Lectura del libro de
los Hechos de los Apóstoles 13,22-26
En aquellos días, dijo Pablo:
- Dios nombró rey a David, de
quien hizo esta alabanza: «Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi
corazón, que cumplirá todos mis preceptos». Según lo prometido, Dios sacó de su
descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó
a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida,
decía: «Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco
desatarle las sandalias».
Hermanos, descendientes de
Abrahán y todos los que teméis a Dios: a vosotros se os ha enviado este mensaje
de salvación.
Palabra de Dios.
ALELUYA Lc 1,76
Aleluya. Aleluya.
Recibamos con alegría
el mensaje de Juan:
Dios nos da su gracia,
y su promesa de salvación
se ha cumplido en nosotros. Aleluya.
Dios nos da su gracia,
y su promesa de salvación
se ha cumplido en nosotros. Aleluya.
Aleluya, aleluya.
A ti, niño, te llamarán profeta
del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos. Aleluya.
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos. Aleluya.
EVANGELIO
En la cultura bíblica, lo mismo que en otras, todavía
hoy, la imposición del nombre, reservada al padre, es expresión de su autoridad
sobre el hijo. Zacarías renuncia a este derecho. El nombre de este hijo que
Dios le ha dado, escogiéndolo desde su nacimiento, será Juan. Como Jesús, Juan
paso por una etapa de vida oculta, durante la cual se preparó, bajo la única
mirada de Dios, para su misión pública a orillas del Jordán. Es en la soledad
donde maduran las vocaciones.
El nacimiento de Juan
Bautista. Juan es su nombre.
+ Lectura del santo
evangelio según san Lucas 1,57-66. 80
A Isabel se le cumplió el tiempo
del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el
Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.
A los ocho días fueron a
circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre
intervino diciendo:
- ¡No! Se va a llamar Juan.
Le replicaron:
- Ninguno de tus parientes se
llama así.
Entonces preguntaban por señas al
padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su
nombre». Todos se quedaron extrañados.
Inmediatamente se le soltó la
boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron
sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que
lo oían reflexionaban diciendo:
- ¿Qué va a ser este niño?
Porque la mano del Señor estaba
con él.
El niño iba creciendo, y su
carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
Palabra de Dios.
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