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4º domingo de Pascua (A)
Jesús
habló de sí mismo recurriendo sucesivamente a dos imágenes: la del pastor y la
de la puerta del aprisco. Hay que considerarlas una después de la otra,
combinándolas después para comprender así su complementariedad.
Enviado
al mundo por aquel a quien todo pertenece, el Hijo de Dios ha compartido
plenamente la condición de los hombres. Les ha hablado en su mismo lenguaje y
los ha llamado a seguirlo. Se desvive por cada uno de los suyos para
conducirlos por el camino de la vida. Conoce mejor que ellos mismos sus
auténticas necesidades. Este Pastor incomparable se denomina también «puerta de
las ovejas». Ciertamente les ha mostrado el camino que conduce a los pastos
abundantes. Incluso a algunos, que ha nombrado administradores de todos sus
bienes, les ha entregado la llave de sus posesiones. Pero sólo él,
personalmente, es «el camino, y la verdad y la vida».
Frescos
y mosaicos antiguos, esculturas y pinturas de todas las épocas, han
representado con frecuencia al buen Pastor. Cierta iconografía «piadosa» ha
hecho de él un jovencito dulzón que no corresponde realmente a lo que nos
describe la Biblia. Sea cual sea su edad, el pastor bíblico, como los pastores
de hoy en día, es un hombre curtido, habituado a recorrer grandes extensiones,
a subir pendientes abruptas al frente de su rebaño o en busca de la oveja
perdida; en resumen, un hombre cuyo rudo trabajo no es ningún juego. Jesús, el
buen Pastor, ha cargado con el pecado del mundo. «En su pasión no profería
amenazas», y «sus heridas nos han curado»; ha dado su vida para que nosotros
tengamos «vida abundante».
Las
imágenes del rebaño y las ovejas no quieren decir en absoluto que los
discípulos deban tener un comportamiento gregario; todo lo contrario. Los
cristianos estamos llamados a seguir libremente a nuestro Pastor, y si tenemos
que superar pruebas semejantes a las suyas, si tenemos que «morir al pecado»,
es para que «vivamos para la justicia» y recibamos el don del Espíritu.
Esta es
la fe que la Iglesia, a lo largo del tiempo pascual, nos exhorta a renovar. «A
quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías». Ahora
está junto al Padre y desde allí guía el itinerario pascual de nuestra
existencia.
PRIMERA
LECTURA
«¡Unos tres mil!». Más allá de su extraordinario
resultado, la primera predicación de Pedro proclama lo que sigue siendo la
esencia del mensaje cristiano. Jesús, crucificado por los hombres, ha sido
resucitado por Dios; para tener parte en la salvación obtenida por su Pascua y
ofrecida a todos, es necesario convertirse, es decir, volver de nuestros
extravíos y recibir el bautismo, sacramento del perdón de los pecados y el don
del Espíritu Santo, que introduce en la comunidad de los salvados. Todo lo que
puede añadirse a esto procede de la catequesis y la exhortación, cuyo objetivo
es hacer comprender el valor de esta Buena Noticia, urgiendo al mayor número
posible a acogerla con alegría.
Dios lo ha constituido Señor y Mesías.
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14a. 36-41
El día de
Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la
palabra:
-«Todo Israel esté
cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha
constituido Señor y Mesías.»
Estas palabras les
traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
-«¿Qué tenemos que
hacer, hermanos?»
Pedro les contestó:
-«Convertíos y
bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y
recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y
para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro,
aunque estén lejos.»
Con estas y otras
muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo:
-«Escapad de esta
generación perversa.»
Los que aceptaron sus
palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.
Palabra de Dios.
SALMO
Un salmo que, sobre todo en el tiempo pascual, adquiere
resonancias cristianas: «las fuentes que reparan las fuerzas», «la unción con
perfume», «la mesa preparada», evocan el bautismo, la unción del Espíritu, la
eucaristía.
Salmo 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 (R.: 1)
R.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi
pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R.
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el
sendero justo,
por el honor de su nombre.
por el honor de su nombre.
Aunque camine por
cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa
ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu
misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.
SEGUNDA
LECTURA
Apartarse de «esta generación perversa» (primera lectura)
si no expone siempre a la persecución, sí al menos, de vez en cuando, a
dolorosas contradicciones. Paradójicamente, estos sufrimientos dan testimonio a favor de quienes obran el
bien. «Soportar el sufrimiento» es «una cosa hermosa ante Dios», que está por
encima de todo, y prueba de fidelidad a Cristo, el justo perseguido de que
hablaba el profeta (Is 53,9.4-6), el Pastor que nos cura con sus heridas y
proclama: «Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, dichosos vosotros
cuando os insulten y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi
causa» (Mt 5,10-11).
Habéis vuelto al pastor de vuestras vidas.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 20b-25
Queridos hermanos:
Si, obrando el
bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para
esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por
vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.
Él no cometió
pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el
insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del
que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que,
muertos al pecado, vivamos para la justicia.
Sus heridas os han
curado.
Andabais descarriados
como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.
Palabra de Dios.
Aleluya
Jn 10, 14
Aleluya. Aleluya.
Jesús es la puerta
del aprisco.
El que entra por él
se salvará.
El da vida abundante
por su Palabra y su Pan. Aleluya.
El da vida abundante
por su Palabra y su Pan. Aleluya.
Aleluya, aleluya.
Yo soy el buen Pastor -dice el Señor-,
conozco a mis ovejas,
y las mías me conocen. Aleluya.
conozco a mis ovejas,
y las mías me conocen. Aleluya.
EVANGELIO
«Pastor», «puerta de las ovejas»: dos imágenes
complementarias que evocan la misión de Cristo y el modo como la realiza. Una
sola preocupación lo mueve: que los hombres »tengan vida y la tengan
abundante». Con paciencia, este pastor familiariza a los suyos con el timbre de
su voz. Así aprenden a seguirlo con toda confianza, seguros de ser conducidos a
unos pastos donde podrán entrar y salir con toda libertad y sin temor, seguros
de encontrar, a su tiempo, el alimento necesario. La Iglesia y cada una de las
comunidades cristianas, los que participan del ministerio pastoral y todos los
que están dentro del redil, han de tener siempre ente los ojos el modelo de
pastor propuesto por Dios.
Yo soy la puerta de las ovejas.
+
Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 1-10
En aquel tiempo,
dijo Jesús:
-«Os aseguro que el
que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra
parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de
las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va
llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas
las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su
voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la
voz de los extraños.»
Jesús les puso esta
comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió
Jesús:
-«Os aseguro que yo
soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones
y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta:
quien entre por mí se salvará y podrá entrar y, salir, Y encontrará pastos.
El ladrón no entra
sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la
tengan abundante.»
Palabra de Dios.
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