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SOLEMNIDAD DEL SANTISIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO (A)
En los
días del éxodo, Dios salvó a su pueblo dándole el maná, un alimento «que no
conocían sus padres», y el agua que sacó «de una roca de pedernal». Gracias a
este pan bajado del cielo y a esta agua el pueblo pudo atravesar aquel
«desierto inmenso y terrible», para entrar en la tierra prometida donde pudo
disfrutar por fin del descanso tan largamente esperado. A lo largo del caminó
tuvo que experimentar una extrema indigencia, que sólo Dios podía socorrer, y
tomó conciencia de una necesidad más vital que la de los mismos alimentos
terrenos: «No sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca
de Dios».
Al
multiplicar los panes y los peces para alimentar a la muchedumbre, Jesús se
revela como el nuevo Moisés, pero añade que él da su propia carne como comida y
su propia sangre como bebida. El es la «verdadera comida» y la «verdadera
bebida», no para saciar el hambre y la sed de un momento, sino para dar la vida
eterna. Afirmación sorprendente, pretensión increíble por parte de un hombre,
por más signos y milagros inauditos que realice. Para aceptarla es necesario
haber creído en Jesús como Hijo de Dios que ha «entregado» su cuerpo y ha
«derramado» su sangre por la salvación del mundo, y a quien el Padre ha
resucitado de entre los muertos para sentarlo a su derecha en el cielo. Hay que
tener presente lo que el Señor dijo e hizo en la última cena con sus apóstoles.
Hay que reconocer, en fin, bajo los signos del pan y del vino ofrecidos en acción
de gracias, el cuerpo y la sangre de Cristo.
Este
sacramento, que hace a la Iglesia, reúne en la unidad del Padre, del Hijo y del
Espíritu a la multitud de los creyentes dispersos por toda la tierra. Es el
viático insustituible para el camino de nuestro éxodo hacia la Jerusalén del
cielo, donde el Señor nos introducirá cuando vuelva.
La
eucaristía que celebra la Iglesia es el «misterio dé la fe», fuente y exigencia
del amor, fundamento de la esperanza, remedio de inmortalidad. Lo que sabemos y
proclamamos continuamente es lo que celebra la solemnidad de este día.
PRIMERA
LECTURA
Los
autores bíblicos han meditado con frecuencia y detenimiento los acontecimientos
del éxodo. El pueblo vivió una experiencia capital: en el desierto, «un
sequedal sin una gota de agua», la palabra 1e Dios es tan necesaria como el
agua que sale de la roca y el manó, ese pan maravilloso regalo del Señor.
Te alimentó con el maná, que tú
no conocías ni conocieron tus padres.
Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a
Moisés habló
al pueblo, diciendo:
Recuerda el
camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el
desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si
guardas sus preceptos o no.
Él te
afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no
conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de
pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios.
No te
olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te
hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un
sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal;
que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres.»
Palabra de
Dios.
SALMO
Pan
para el camino, palabra para el corazón, paz para todo el pueblo: regalos del
cielo de los que la Iglesia hace memoria.
Salmo 147, 12-13. 14-15. 19-20 (R.: 12a)
R.
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al
Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.
Ha puesto
paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
te sacia con flor de harina.
Él envía su
mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R.
y su palabra corre veloz. R.
Anuncia su
palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R.
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R.
SEGUNDA
LECTURA
La
comunión en el cuerpo y la sangre de Cristo crea entre los creyentes una unión
vital superior a la comunidad de fe y esperanza, de la que es signo eficaz.
El pan es uno, y así nosotros,
aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo.
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a los Corintios 10, 16-17
Hermanos:
El cáliz de
la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan
que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?
El pan es
uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque-que
comemos todos del mismo pan.
Palabra de
Dios.
Aleluya
Jn 6, 51
Aleluya. Aleluya.
El pan que nos das es
tu carne para la vida del mundo.
El que come de este
pan
vivirá, con alegría, para siempre. Aleluya.
vivirá, con alegría, para siempre. Aleluya.
Aleluya, aleluya.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo -dice el Señor-;
el que coma de este pan vivirá para siempre. Aleluya.
el que coma de este pan vivirá para siempre. Aleluya.
EVANGELIO
El
maná, el pan bajado del cielo, se dio a nuestros padres para que atravesaran el
desierto. Después de la multiplicación de los panes, Jesús declara solemnemente
que él es el pan vivo bajado del cielo para dar al mundo la vida eterna; que él
en persona es el alimento indispensable para llegar a la resurrección del
último día. Para entender el sentido de estas palabras, hay que recordar la
comida que el Señor compartió con sus discípulos la víspera de su muerte. Al
ofrecerles el pan y el cáliz, dijo. «Tomad y comed, esto es mi cuerpo. Tomad y
bebed, este es el cáliz de mi sangre». Bajo los signos eficaces del sacramento
que llamamos eucaristía es como se puede comer su carne y beber su sangre,
comulgar íntimamente en la vida de Cristo resucitado.
Mi carne es verdadera comida, y
mi sangre es verdadera bebida.
+ Lectura del santo evangelio
según san Juan 6, 51-58
En aquel
tiempo, dijo Jesús a los judíos:
-«Yo soy el
pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban
los judíos entre sí:
-«¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces
Jesús les dijo:
-«Os aseguro
que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis
vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo
lo resucitaré en el último día.
Mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come
mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que
vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come
vivirá por mí.
Éste es el
pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y
murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Palabra de
Dios.
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