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32º domingo Tiempo ordinario (A)
Durante la
última cena pascual Jesús dejó a sus discípulos el signo del pan y del vino
como prenda de participación en el banquete que habría de compartir con ellos
en el reino de su Padre (Mt 26,29). Así pues, toda eucaristía se celebra
esperando la venida de Jesucristo, nuestro Salvador, su regreso en la gloria,
que la asamblea eucarística no se cansa de invocar: «Ven, Señor Jesús». El
misterio de esta venida, hacia la cual tiende toda la historia de la salvación como
su cumplimiento, constituye de manera especial el tema central de la liturgia
de los domingos trigésimo segundo y trigésimo tercero del tiempo ordinario del
ciclo A.
Esta
insistencia resulta especialmente actual. Efectivamente, hoy se habla mucho de
los riesgos de destrucción de nuestro planeta. Por el contrario, la perspectiva
de la vuelta del Señor parece preocupar mucho menos a los cristianos, incluso
practicantes. Sucede como con la muerte, de la que nadie sabe ni el día ni la
hora: «Ya nos prepararemos cuando llegue el momento!».
«Es una
insensatez!», enseña la parábola de las diez doncellas que debían acompañar al
esposo en el cortejo de su boda. Puesto que ignoramos cuándo llegará el esposo,
hay que estar preparados para recibirlo cuando llegue. Cuando se oiga la voz
que anuncia su llegada, será demasiado tarde para ir a comprar lo necesario
para salir a su encuentro, y nadie podrá proporcionárnoslo. Lejos de engendrar
ansiedad y nerviosismo, o, por el contrario, desánimo y somnolencia, la espera,
sea cual sea su duración, debe estimular nuestra vigilancia y nuestra
previsión. El creyente tiene que ser como la amada del Cantar de los cantares,
pendiente en todo momento para advertir, al menor signo, la llegada de su
amado.
Cada
celebración de la eucaristía anticipa sacramentalmente ese gran cortejo hacia
la sala del banquete. Por lo demás, el Señor está ya presente: se le recibe al
tomar el pan y el cáliz, sacramento de vida eterna y del reino nuevo. Los que
nos han precedido en la muerte también se preparan. Con nosotros y como
nosotros, aguardan esperando la señal que dará la voz del arcángel: «Que llega
el esposo, salid a recibirlo!». Entonces se abrirá la puerta de la sala del festín
y entraremos todos juntos para celebrar con alegría las bodas del Cordero.
PRIMERA
LECTURA
Encuentran la sabiduría los que
la buscan.
Lectura
del libro de la Sabiduría
6,12-16
La sabiduría es radiante e inmarcesible, la
ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma
se da a conocer a los que la desean.
Quien madruga por ella no se cansa: la
encuentra sentada a la puerta. en ella es prudencia consumada, el que vela por
ella pronto se ve libre de preocupaciones; misma va de un lado a otro buscando
a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en
cada pensamiento.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo del
ansia de Dios, que consiste en buscarlo sin descanso, tener hambre y sed de él,
quedarse horas hablándole, acordarse de él día y noche.
Salmo 62, 2. 3-4. 5-6. 7-8
R.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansía de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansía de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloría!
viendo tu fuerza y tu gloría!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R.
te alabarán mis labios. R.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.
y mis labios te alabarán jubilosos. R.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo. R.
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo. R.
SEGUNDA
LECTURA
Cristo ha
resucitado y los hombres de todas las épocas también resucitarán; él volverá en
la gloria y todos estaremos con él junto al Padre. Tratar de imaginar este
acontecimiento último de la salvación, o la manera como unos y otros
participarán de él, es absolutamente inútil. Hay que atenerse a las certezas de
la fe, fundamento de nuestra esperanza. Esperemos, sin angustia, la venida del
Señor a quien invocamos en la liturgia: «Ven, Señor Jesús».
A
los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-18
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte
de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.
Pues si creemos que Jesús ha muerto y
resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los
llevará con él.
Esto es lo que os decimos como palabra del
Señor:
Nosotros, los que vivimos y quedamos para
cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos.
Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden,
a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y
los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar.
Después nosotros, los que aún vivimos,
seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas
palabras.
Palabra de Dios.
Aleluya
Mt 24, 42a. 44
Aleluya. Aleluya.
¡Que llega el Esposo!
Dirijamos a él
nuestra mirada,
prestemos atención a su palabra. Aleluya.
prestemos atención a su palabra. Aleluya.
Aleluya, aleluya.
Estad en vela y preparados,
porque a la hora que menos pensáis
viene el Hijo del hombre. Aleluya,
porque a la hora que menos pensáis
viene el Hijo del hombre. Aleluya,
EVANGELIO
Retraso
inaudito del esposo el día de su boda, damas de honor que se niegan a socorrer
a sus compañeras, la puerta de la sala del banquete cerrada por quien se ha
hecho esperar más de lo normal: no se trata de una sorprendente «historia
real», sino de una parábola sobre la venida del Señor. Hay que prepararse todos
los días para acogerlo. Mañana será demasiado tarde.
¡Que
llega el esposo, salid a recibirlo!
Lectura
del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos
esta parábola:
-«Se parecerá el reino de los cielos a diez
doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran
sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron
el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las
lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y
se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
Entonces se despertaron todas aquellas
doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas:
"Dadnos un poco de vuestro aceite, que
se nos apagan las lámparas."
Pero las sensatas contestaron:
"Por si acaso no hay bastante para
vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis."
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y
las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la
puerta.
Más tarde llegaron también las otras
doncellas, diciendo:
"Señor, señor, ábrenos."
Pero él respondió:
"Os lo aseguro: no os conozco.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni
la hora.»
Palabra de Dios.
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